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Llega un momento en la pareja, quizá no en todas o quizá sí, el resultado final ya es otra canción…, en que el gran tema se plantea. Al principio solo como otro asunto más del que hablar casi como curiosidad, por imaginar… «¿querrías tener niños? ¿pero cuando, a qué edad estaría bien tenerlos? ¿con uno ya estaría bien o mejor la parejita? y así vais pasando los días, las semanas, los meses y avanzando en vuestra relación y de repente ¡bum! siento que ha llegado el momento, que sí, que quiero tener un hijo y papá vikingo también, que nunca será el momento adecuado si empezamos a pensar en términos logísticos, económicos, de estabilidad… así que nos centramos en lo que importa, nuestra ilusión y el que mi cuerpo me dice que sí, que estoy preparada para ello.
¡Embarazada!
Nos ponemos tranquilamente pensando que hay tiempo y que ya llegará, caaalma y relax, compramos un test de embarazo que aprovecho desde aquí a reivindicar tests accesibles, yo no conozco al menos ninguno… lo hago, avisamos a mi hermano para que nos lea los resultados y ¡oye! ¡que estoy embarazada! ¿cómo, a la primera? ¡ufff que subidón! de alegría y de miedo a la vez y entonces me entra el ataque y la necesidad de empaparme de todo lo que haga referencia al embarazo, preparto, parto, postparto, crianza…
Empiezo a leer de todo, me meto en foros de futuras mamás, me suscribo a webs que me mandan cada semana los cambios que iré teniendo en el embarazo y el desarrollo del embrión/feto/recién nacido y sigo leyendo y leyendo y bombardeando mi twitter y a papá vikingo de artículos y más artículos sobre parto respetado, lactancia materna, crianza natural y respetuosa, alimentación para embarazadas, etc etc etc y así van pasando los días.
Papá vikingo es todo un ejemplo, se encarga cuando estoy hecha polvo de ambos perros, sí, nuestros labradores guía, si aún no nos conocéis podéis pinchar aquí para saber más de nuestra familia. Los fines de semana me deja descansar, se vuelve un experto en planificar las comidas y cenas y por supuestísimo no se le olvida ninguno de mis caprichos y antojos como los quesitos y los petit suisse. Sí, antojos muy poco sanos, lo sé.
La gente a nuestro entorno, especialmente los futuros abuelos que son los primeros que se enteran junto a los futuros tíos, se alegran muchísimo pero igual que a nosotros, les empiezan a entrar las dudas… cosa que pasa a todo el mundo y quizá un poco más a las familias de chicos con diversidad funcional como es nuestro caso. Ellos han criado a una persona ciega pero sin ser ciegos ellos, en este caso será al revés, si todo va bien que la teoría dice que sí, seremos dos ciegos criando a un pequeño sin discapacidad visual.
Por supuesto sus dudas/miedos y los nuestros no son exactamente los mismos. Las dudas de los iaios: ¿como le vais a llevar? ¿como vais a saber si le habéis limpiado bien del todo? ¿y si deja de respirar, como os vais a dar cuenta? ¿ya podréis tener la casa preparada para niños sin nada que pueda coger y hacerse daño?… Cada pareja de abuelos nerviosos por sus historias y cuando se juntaron… ¡uf! imaginaros.
Nuestros miedos iban más encaminados a como iba a nacer el bebé, si estaría bien y sano, si no heredaría mi ceguera, sí, porque la de papá vikingo no es hereditaria pero de la mía poco se sabe y aunque fuimos a genetistas e investigaron todo lo que pudieron, al final solo supieron decirme lo mismo que cuando nací y mis padres fueron también a los especialistas. Que es una ceguera extraña que suele ir asociada a un síndrome pero que yo no presento ningún otro síntoma de ese síndrome más que la ceguera así que quizá ha sido por algún factor ambiental o… quien sabe… ya que mi código genético está bien sin faltarle ni sobrarle nada.
Y así entre nervios, emoción, visitas… los días siguieron pasando convirtiéndose en semanas.
La primera ecografía
¡Empezamos la semana 8! un punto crucial en mi vida, la primera ecografía. No dormí nada esa noche, al llegar al hospital se me comían los nervios, temblaba como una hoja. Entramos a consulta, me preparo y me echo en la camilla para la eco. ¿Y si no está bien?¿Y si ni está? ¡que agobio con los ¿y si?
Menudo corazón
Ni papá vikingo ni yo vimos nada en el monitor ¿y qué? lo sentimos, lo escuchamos… uno de los sonidos más impresionantes y maravillosos de nuestras vidas, el latido de nuestro futuro bebé. Nos perdimos su diminuta imágen de «osito de gominola» como nos lo describió la ginecóloga pero nosotros seguíamos llorando extasiados por haberle podido escuchar.
Y fueron pasando los meses, las ecos, los latidos de ese corazoncito cada vez más grande y fuerte, las visitas a la comadrona, las analíticas, pruebas varias y poco a poco nos acercábamos al día D.
Los cursos de preparto y puericultura
hacia el octavo mes empezamos los cursos de preparto y puericultura. Digo cursos porque por un lado hicimos el curso de preparto en nuestro centro de salud y por el otro un curso de puericultura organizado por trabajadoras de la ONCE en la delegación de Barcelona.
Ambos cursos nos fueron muy bien, nos dieron tips muy útiles, aunque reconozco que yo al final me saturé. Demasiada teoría sin poder ponerla al final en práctica porque ya sabéis, no es lo mismo un muñeco que un bebé, que va a moverse, a hacerse sus cosas en el momento más «oportuno», que llorará….
En el curso estándard de preparto nos enseñaron ejercicios con la pelota de pilates, como hacer los pujos cuando llegara el momento y mucha teoría de cuando ir al hospital, cuando ir más urgentemente, cuando ir de manera relajada… En general, si las aguas en el caso que se rompa la bolsa son transparentes puedes tomártelo con calma para ir al hospital, no te vale la pena ir tampoco si las contracciones no son regulares cada 5 minutos durante una hora y cada contracción que dure un minuto. Ya si las aguas salen turbias o si hay cualquier otra anomalía entonces sí, hay que ir rapidamente al hospital.
Os hablo de hospitales porque en nuestras clases de preparto no se planteó el parto en casa, ninguna lo íbamos a realizar, cada una por nuestras circunstancias, pero que sepáis que también está esa opción y que si os interesa, debéis informaros porque hay profesionales que se encargan de esta bonita labor.
El curso de puericultura de la ONCE como el nombre indica, se centra en cuando ya ha nacido el bebé y lo imparten de manera desinteresada unas técnicas en rehabilitación que trabajan ahí.
La verdad es que les agradezco mucho que tuvieran esta genial idea, es una lástima que no puedan también impartirlo personal cualificado como las matronas pero bueno, aprendimos mucho en cualquier caso.
Aprendimos a poner y quitar pañales, a coger al bebé y acostarlo y levantarlo de su cuna, a bañarles, a hacer biberones marcando unas jeringas para saber la cantidad exacta que hay que meterles… 30ml de agua por cacito raso de leche de fórmula, el mismo truco de marcar el émbolo de la jeringa lo aplicamos para administrarles las medicinas… pasaron un poco por encima sobre la lactancia materna enseñándonos pezoneras, sacaleches y bolsas para congelar la leche que nos sacáramos, conocimos distintos cambiadores, bañeras, distintas mochilas de porteo (lástima que no estuvieran informadas entre mochilas colgonas y ergonómicas y nos recomendaran solo las colgonas) de ahí que comente lo del personal cualificado, nos enseñaron a montar y desmontar una cuna de viaje, a poner al peque en la sillita del coche…
Un día vino una pediatra jubilada a hablarnos del tema alimentación, vacunas, cuando empezar a introducir alimentación complementaria… y otro día vinieron parejas de padres ciegos con sus peques para contarnos sus experiencias.
Así pues con unos ardores tremendos, unos tobillos, pies y manos hinchados como globos y un montón de nervios y ganas de tocar y abrazar por fin a mi bebé, se acercaba noviembre y mi FPP (fecha probable de parto). La habitación quedó pintada y arreglada y solo me quedaba prepararme mentalmente para el parto.
En el próximo post hablaré del preparto y parto, algo que hace tiempo que quiero contar y que por lo pronto me cuesta hacer.
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